Los mercados son de algún modo la casa grande del pueblo, la que muestra su alma, conserva sus raíces y el verdadero rostro de su ser y de su comer, además, punto de partida para valorar la economía del lugar donde está ubicado.
Allá por los años 40's, Villahermosa tuvo en pleno corazón de la ciudad un rico mercado conocido con el nombre de "Gregorio Méndez", construido en la segunda mitad del siglo pasado, a muy pocos metros del palacio de Gobierno. Y como todos los mercados del mundo, en sus aceras y entorno, pululaba multitud de vendedores ambulantes ofreciendo su disímbola mercancía. Y, desde luego, además de los puestos fijos interiores existían aquellos que lo rodeaban como un ancho y multicolor cinturón, en ellos por lo general se vendía jugos de frutas, helados, horchatas, golosinas de hechura casera, pan de nata, marquesote, rebanadas de tortas de maíz nuevo, tortitas de yuca, copas nevadas, hojaldras de pollo o de jamón, pastelitos inflados, aguas frescas de jujo, piña, naranja, limón, marañón, guanábana, sandía, pitahaya y melón, sin faltar el agua de coco, los coloraditos y el pozol.
Al crecer el movimiento comercial en el centro de la ciudad a principios del presente siglo, fue insuficiente ese mercado, teniendo las autoridades a bien construir frente al costado oriente del Parque Juárez, el que después se llamaría "José María Pino Suárez".
El mercado "Pino Suárez" era un galerón con techo de dos aguas, con bastante luz y ventilación y de elevada altura acorde a nuestro clima; tenía definidas sus áreas: comedores, abarrotes, carnicerías, pescadería, vísceras, aves de distintas especies y sabores. Casi todos los puestos tenían sus paredes cubiertas de mosaico blanco hasta determinada altura, y los abarroteros acostumbraban proteger los suyos con malla de alambre, misma que aún utilizan.
Un gran espíritu de hermandad existía entre la familia casera; los nagateros que así se les llamaba a quienes expendían carne de res, y matapuercos a quienes comerciaban carne de cerdo, todos eran perosnas conocidas.
¡Ah! y la comida, no se come en ningún lugar del mundo, ni en el más caro restaurante del universo, nada tan sabroso como lo que allí en el mercado se cocinaba.